Cartas desde el confesionario

martes, 12 de julio de 2011

1 cartas prohibidas  


En Canadá en este momento hay un gran escándalo por la forma en la que un eminente prelado, gran amigo de Juan Pablo II, y conocido depredador sexual, fue protegido y amparado por la jerarquía. No es que yo lo diga, es que se ha conocido una carta escrita sobre este hombre en 1993 por un obispo enviado del Papa a Canadá. Es difícil imaginar un mensaje de una depravación moral mayor. Probablemente pueda leerla usted mismo.






Sobre el contenido, se admite que este hombre, un sacerdote, había molestado a cuatro o cinco chicos. "Recientemente ha llegado a nuestra atención que no había una sino cuatro o cinco víctimas en total". Nadie negaba esto, así que no se trataba de inmoralidad, se trataba de ser, a ojos de la ley, un criminal (cumple de hecho sentencia de prisión en Canadá). Pero querían liberarle de su misión y llevarle a Roma. La carta continúa "no nos oponemos a darle otra oportunidad siempre que salga de la escena en Canadá". ¿Por qué moverle de Canadá? Porque el resto de obispos sabían lo que hacían y no le querían a su lado. Pero no les importaba que Roma asumiese su cargo.


Aquí está el truco. Como coleguilla del Papa, era probable que consiguiese ser promocionado, y eso podría alterar a las víctimas. Pero al ser descendientes de polacos de mierda (N. del T. "dumb pollacks" en el original) no es probable que protesten, gracias a Dios, a pesar de que les están aconsejando hacerlo. "Un detalle de alivio es que al parecer todas las víctimas implicadas son decendientes de polacos y su respeto por sus sacerdotes y su iglesia les ha echado atrás a la hora de hacer públicas sus alegaciones y acusar criminalmente al prelado". Sin embargo, las víctimas sí se sienten atacadas por el hecho de que el acusado esté viajando libremente por el mundo sin vigilancia alguna (hasta Tailandia, nada menos) y si es ascendido, especialmente si es nombrado obispo, montarán en cólera. Lo más preocupante para ellos es que se haga público, algo que será terrible para la diócesis y para toda la iglesia. Llegaron a apartar de la escena a otro sacerdote que lo averiguó todo y habló con la madre de una de las víctimas. Expresó su preocupación al Vicario General y fue "apartado".


No hay preocupación alguna por las víctimas, simplemente miedo de que la historia se conozca y precauciones para que esto no ocurra. Y eso es todo. La carta termina "Con mis mejores deseos de respeto y oración, quedo, señor embajador, fielmente suyo y en Cristo. JR Windle, Obispo de Pembroke".